En
La ofrenda de arroz podemos leer:
[...] Los peces moran en el agua y la consideran su tesoro. Los árboles crecen en la tierra, y para ellos, esta es su bien más preciado. Los seres humanos sobreviven gracias a la comida y, por eso, la valoran.
Pero, de todos los tesoros, el mayor es la vida. Se dice que el valor de nuestro cuerpo y de nuestra existencia es superior, incluso, al de todas las riquezas de un gran sistema planetario.2 Ni siquiera los tesoros que colman el universo pueden reemplazar la vida; esta es como una lámpara, y el alimento, como el aceite. Cuando el combustible se acaba, la llama se extingue; del mismo modo, sin alimento, la vida deja de existir.[...] De acuerdo con la situación personal de cada uno, hay quienes tienen cónyuges e hijos, parientes, tierras, oro y plata, mientras que otros carecen de toda riqueza. Pero, más allá de que uno tenga bienes o no, ningún tesoro puede superar el valor de la vida. Por eso, los sabios y venerables de la Antigüedad ofrendaban la suya al Buda y así ellos mismos manifestaban la Budeidad.
Y respecto al tema de las ofrendas:
Sin embargo, en lo que concierne al logro de la Budeidad, las personas comunes llegan a ser budas en la medida en que mantienen una «determinación seria y sincera». Cuando consideramos bien a qué se refiere exactamente esta determinación seria y sincera, vemos que consiste en la doctrina de observar nuestra vida. Y cuando nos preguntamos qué significa con exactitud la doctrina de observar nuestra vida, la respuesta es que ofrendar nuestra única vestimenta al Sutra del loto equivale a arrancarnos la piel; que, en épocas de hambruna, ofrecer al Buda el único alimento del que depende, ese día, nuestra supervivencia es ofrecerle nuestra vida. [...] lo que resulta apropiado para los venerables es la ofrenda real [es decir, ofrendar literalmente la vida en bien de la Ley]. Lo apropiado para la gente común es la ofrenda por principio [la sincera entrega de lo que es importante para la propia vida]. [...]
Y termina con:
En esencia, los sutras predicados antes que el Sutra del loto dicen que todos los fenómenos derivan de nuestra vida. Como ejemplo, explican que la vida es como la gran tierra, mientras que los fenómenos son como las hierbas y plantas que crecen en ella. Pero el Sutra del loto no expone lo mismo: afirma que la vida es la gran tierra, y que la gran tierra es, en sí, las plantas y las hierbas. Los primeros sutras enseñan que la claridad de nuestra vida es como la luna, y que la pureza de esa vida es como una flor. Pero el Sutra del loto no dice lo mismo: sostiene que la luna es la vida, y que la flor, en sí, también lo es.
