No veo que tenga mucho sentido oponer la vía del arhat con la vía del bodhisattva, oponiendo textos u otro tipo de argumento con el fin de buscar si esta es mejor que aquella y viceversa, o tirándose esos textos unos a otros a la cabeza. Ambas vías expresan ideales que han orientado a los budistas a lo largo de su historia. Los ideales son eso, "ideales", construcciones del pensamiento que apuntan a una realidad que, como realidad, no existe.  Son medios hábiles para seguir avanzando en el camino de la liberación del sufrimiento.
Por ejemplo, el ideal representado por la figura del bodhisattva, contiene en los cuatro grandes votos con que se la resume aspiraciones infinitas, inconmensurables: 
Por numerosos que sean los seres sensibles hago el voto de salvarlos a todos.
Por numerosas que sean las pasiones, hago el voto de vencerlas todas.
Por numerosos que sean los dharmas, hago el voto de adquirirlos todos.
Por perfecta que sea la Vía del Buda, hago el voto de realizarla.
El primero, por ej., se refiere a liberar, salvar a TODOS los seres sensibles, que son potencialmente infinitos. Dicho voto llevado a la perfección incluiría ocuparse hasta del sufrimiento de una simple mosca a la que una competidora le ha arrebatado su trozo de comida, dejándola frustrada, y ello para todas las moscas que existen, han existido y existirán en el mundo. Imposible.
Lo que indican ambas vías es una dirección ideal hacia la que encaminar nuestros pasos en la vía de liberación. Existen caminos que encajan mejor en unas personas y otros en otras (dependiendo de sus caracterísiticas, circustancias, vocación, etc.), todos los seres no somos iguales. Por otra parte, en la historia vital de un practicante budista, probablemente en unos tramos sea necesario avanzar por la vía del arhat (orientada hacia la propia liberación individual), y en otros por la del bodhisattva (orientada hacia la liberación universal, de todo y todos aquellos que componen su realidad de vida, él incluído). Y ello independientemente de que aquello que uno hace y practica lo llame de una manera u otra, o de que uno se declare seguidor del Budismo Theravada o del Budismo Mahayana.
Aquello que soy no es sino porque todo es, por tanto, ocuparme de mi mismo es ocuparme de todo el universo que (sabiéndolo o no, gustándome o no) me constituye.
Mi elección por la vía del Bodhisattva es porque veo en ella, que no soy renunciante, que vivo dentro del mundo, que soy laico, la mejor manera de orientar mi esfuerzos por la Via del Buddha. No tengo edad para ser monástico, ni eremita. Me rresultaría por otra parte un gran acto de egoismo, de falta de ética por mi parte, dejar a aquellos que me rodean desamparados; al margen de que uno pueda fantasear de vez en cuando con cosas así, pero son eso, fantasías que me apartan del aquí y ahora, de la realidad que estoy viviendo, a la que me debo y que me constituye y que por tanto constituye mi práctica. 
O me esfuerzo en que todos los actos de mi vida se conviertan en oportunidades para la práctica, o estoy haciendo de la práctica ya no un refugio, sino un bunker en el que aislarme, estoy creando una falsa dualidad con mi pensamiento.
Es un camino nada fácil el de vivir en el mundo; podría parecer más fácil el camino monástico, pero quien lo crea así, de verdad, lo que debería hacer es emprender un camino monástico; en caso contrario esta sumiéndose en el quiero y no puedo, que no es un camino budista, sino un camino de construcción de fantasías incumplidas y, por tanto, de sufrimiento. 
En cualquier caso, si fuese más joven, con menos ataduras y limitaciones (sociales y físicas), si no hubiese entrado tan tarde en contacto con el budismo, pienso que tal vez hubiese elegido la vía monástica, pero habría elegido también alli la Vía del Bodhisattva. 
Ambos caminos se recorren cayéndose y levantándose cien mil veces, apartándose del camino y volviendo a él en cuanto me doy cuenta de que me he desviado, de que he tomado un camino que no conduce a la liberación del sufrimiento inherente a la existencia humana, a veces volvemos con prontitud, otras renqueando y tras estar durante un tiempo, más o menos largo, perdidos en callejones sin salida. Para eso sirven ambas vías, no como metas a logra un día (incluso, para algunos, si creen en esas cosas, tras un número agotador de  reencarnaciones), sino para iluminar como farolas ideales en donde está el camino al que volver. Ambos son igualmente válidos.
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No quería dejar esta reflexión sin añadir otra. A lo largo del tema se ha hablado del desagradecimiento de los demás cuando les das el dharma y no encuentras recompensa en ello. Tal vez eso no sea dar el Dharma, sino buscar recompensas. Dar, tiene la misma raíz que Dāna, el don, que también puede traducirse como generosidad. Esta, si no me equivoco, es el primero de los paramitas (virtudes o perfecciones) a practicar en la Vía del Buddha para ambas tradiciones, Theravada y Mahayana. 
La recompensa del dar no está en aquello que obtienes de ello, es incondicional, no busca recompensa. La recompensa del dar está en el propio dar, es un acto incondicionado, su recompensa esta en el desprenderse, en el no aferrar, en el liberarse de la idea de "esto es mio, me pertenece", y dejar el campo claro, abierto y sin límites, sin los limites que erige el yo cuando se piensa a si mismo como separado del resto de cosas ("cosas" a rechazar, a desear poseer, a ignorar / es decir, lo que en el Mahayana se llaman los tres venenos, y puede que en el Theravada también)
 
