Hola 
@Junonagar,
Muy interesante. 
Sobre esto:
 escribió: "...Destaco del artículo como el hinduismo mostró más resistencia social a los cambios políticos y sociales que se estaban produciendo en aquella época..." 
Me cuesta verlo. Creo que a ese respecto el autor cae en una contradicción argumental al subrayar, en unos pocos párrafos, como aspectos positivos del hinduismo tanto su rigidez o firmeza a la hora de ofrecer una visión de una estructura social que "
exige que una persona mantenga su lugar en la sociedad junto con sus prácticas religiosas, como seguir ritos y rituales", como su flexibilidad por haber sabido adaptarse a los cambios ocurridos tras la invasión musulmana de la India en el s. XIII.
Creo que tal contradicción solo puede entenderse, porque el autor espera que el Budismo sea más una visión ideológica o un movimiento social que una práctica espiritual, visión que, en buena medida, aflora en los párrafos de la conclusión. Aunque dicha práctica espiritual, innegablemente cuenta con una perspectiva comunitaria, desde su aspecto ético, esta lo es desde un marco budista, por encima de todo, es decir, 
partiendo de la base de que las estructuras, las posiciones, las visiones, los objetivos son impermanentes, por lo que nada en el Budismo - ni siquiera el propio Budismo - está pensado como perdurable, eterno, duradero y, por lo tanto, 
dependientes e interrelacionados con su propio contexto cultural. Creo que cualquier lección que se quiera extraer del pasado en este sentido, no puede obviar, las distintas circunstancias que separan mundos tan distintos entre sí, cultural, geográfica y temporalmente hablando. El Occidente del s. XXI es fundamentalmente laico y la etapa en la que se encuentra la Vía de Buddha, poco tiene que ver con aquella de la India medieval en la que se deben afrontar la decadencia y los problemas propios de una espiritualidad o religión que lleva varios siglos desarrollándose y evolucionando en un marco cultural concreto. En este sentido, lo que tenga que ser del Budismo occidental en las próximas generaciones dependerá de la salud de la propia práctica de sus practicantes y, en el aspecto comunitario, creo que la palabra clave es 
diálogo tanto con las distintas corrientes y visiones que conforman aquello que llamamos marco occidental, como, especialmente, el propio a realizar entre los distintos practicantes de las diferentes tradiciones budistas, es decir, el 
diálogo intrarreligioso.
Cualquier otro punto de partida, que pretenda acomodar, en este sentido, el rumbo de la práctica a visiones más o menos queridas o familiares o a la mera inercia del mainstream social y cultural, corre el riesgo de desviar de inicio la propia labor de cultivo que pretende llevarse a cabo.
 
  
  