De un único budismo a muchos otros
Publicado: 24 Oct 2025 10:00
				
				Aunque la afirmación del título es discutible según se mire, os comparto fragmentos de uno de los apartados del primer capítulo de El corazón del cosmos: lecciones sobre el Sutra del Loto de Thich Nhat Hanh. Es la visión del autor y obviamente está dentro de la interpretación mahayana, pero creo que es lo suficientemente amable como para que no ofenda a nadie:
 
			El budismo es una realidad viva y lo que tiene vida siempre está creciendo. En un árbol están naciendo continuamente más ramas, hojas y flores. Para que el budismo siga vivo debemos dejar que se desarrolle. Como podemos ver en nuestro propio tiempo, la vida no es estática. Las situaciones políticas, sociales, económicas, culturales y medioambientales cambian, a menudo de una forma espectacular y a veces con gran rapidez.
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Las semillas del cambio y de la adaptación ya se encontraban en el budismo desde el inicio y
su habilidad para transformar y responder a los nuevos estilos de vida y a las nuevas clases de problemas ha sido fundamental para que haya existido como una tradición viva durante dos mil quinientos años.
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Cuando el budismo mahayana empezó a desarrollarse, los practicantes mahayana llamaron a las escuelas que no pertenecían al mahayana (Gran Vehículo), «hinayana» (Pequeño Vehículo). Aquí la palabra «pequeño» refleja un menosprecio por esta clase de budismo que viene a decir: vuestro vehículo no puede llevar a tanta gente a la orilla de la Liberación como el nuestro. Como máximo sólo puede llevar a uno mismo. En cambio nuestro vehículo es inmenso. Puede llevar a decenas e incluso a centenares de personas. El hecho de utilizar las palabras «Gran» y «Pequeño» ya denota que había una sensación de competitividad y de autosuficiencia en los seguidores del mahayana.
A medida que la institución monástica budista se fue desarrollando, la tradición conservadora se volvió bastante inflexible y estrecha de miras. En lugar de buscar unas formas de enseñar y practicar que fueran útiles en la vida cotidiana, la sangha monástica tendía a analizar puntos de la doctrina filosófica abstracta, concentrándose en el estudio del Abhidarma, la colección de comentarios. Son unas obras adicionales escritas para sistematizar y exponer con más profundidad las enseñanzas del budismo. [...] En este ambiente existía la práctica de la plena conciencia, pero era más bien estéril y mecánica, no llevaba a experimentar la paz, la dicha, la felicidad y la libertad en el momento presente. El método de interpretar, comprender y practicar las enseñanzas se volvió muy rígido y seguía una línea dura que a los demás les costaba aceptar.
La sangha monástica, encerrada en esta actitud conservadora, no podía cumplir del todo la responsabilidad que tenía con la sociedad. Varios siglos después del nirvana del Buda, la sangha monástica no estaba comprometida con la sociedad, no tenía en cuenta las dificultades de los seglares. El budismo necesitaba cambiar y crecer para poder seguir siendo una tradición viva. [...]
El ideal espiritual más elevado del hinayana es el del arhat («el merecedor») que por medio de su propio esfuerzo y práctica alcanza la Liberación. La sangha monástica se concentraba en la salvación personal, ya que consideraba el nirvana sólo en términos individuales. El mahayana creó en cambio el ideal del bodhisatva (bodhi, «sabiduría, Iluminación», satva, «ser»), que comparte los frutos de su práctica con otros seres. Un bodhisatva es alguien que al alcanzar la Iluminación hace el voto de no entrar en el nirvana hasta que todos los otros seres sensibles —hasta la última brizna de hierba— se hayan también liberado. Esta visión es muy profunda. El budismo expresado en términos mahayana es comprometido, es un budismo muy positivo y bello.
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Es importante recordar que el mahayana se inspira en las mismas enseñanzas en las que se basa la escuela theravada. Pero los pensadores mahayana en lugar de recibir simplemente estas enseñanzas, las siguieron ampliando, añadiendo nuevas percepciones e interpretaciones para responder a las nuevas situaciones y necesidades espirituales de la gente. De ahí que el mahayana no deba considerarse como un rechazo al canon budista temprano, sino como una continuación y una ampliación de las ideas que contiene.
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Aunque el Vimalakirti nirdesa sutra contenga muchas enseñanzas profundas y maravillosas, no es uno de mis preferidos, porque se excede un poco en su reacción ante los conservadores y en cómo trata a los primeros discípulos del Buda, sobre todo a Sariputra, el más antiguo. En el sutra se presenta como un ser más bien infantil, crédulo y estúpido, al contrario de Vimalakirti, que se describe como una persona muy inteligente, como un gran y verdadero practicante.[...]
La escuela theravada enseñaba que sólo había un bodhisatva, las vidas pasadas de la persona histórica llamada Siddharta Gáutama, que se convirtió en el Buda. Según el hinayana, lo mejor que uno podía hacer era convertirse en un arhat, y este estado sólo era posible alcanzarlo después de haber estado practicando durante muchas vidas. Pero los budistas laicos, al ser incapaces de dedicarse a la clase de prácticas austeras que exigía la vida monástica, empezaron a centrarse sólo en apoyar a la sangha monástica para acumular el mérito necesario para tener un buen renacimiento. Como la gente no creía que pudiera llegar a convertirse en un Buda, no sentía la necesidad de practicar para lograrlo. Los pensadores mahayana vieron el gran peligro que entrañaba esta actitud. Entre los filósofos mahayana tempranos había muchos laicos inteligentes y también una serie de monjes que vieron que si la sangha monástica no se abría al mundo, la tradición viva del budismo podía llegar a desaparecer. Advirtiendo que en los sutras tempranos el Buda habló de la existencia de otros Budas, concluyeron que si había muchos Budas, también debía de haber muchos bodhisatvas. En los sutras mahayana se predice que Sariputra iba a obtener la Budeidad. Lo cual significaba que todos los discípulos del Buda, la sangha originaria de los sravakas («los oyentes», los que escucharon directamente las enseñanzas del Buda), también tenían la capacidad de convertirse en un Buda. Nosotros también podíamos alcanzar lo que Siddharta, Sariputra y los otros sravakas habían alcanzado.
Ésta es la gran percepción del mahayana: que todo el mundo puede convertirse en un Buda. Todos podemos alcanzar lo que Siddharta obtuvo, tanto si somos un hombre como una mujer, al margen de la clase social o del grupo étnico al que pertenezcamos, o de si practicamos como un monástico o como un seglar. Todos tenemos la capacidad de convertirnos en un Buda plenamente iluminado. [...]