momento en que la respiración está a punto de detenerse. Se ayuda a quien no logra
realizarla diciendo:
«Noble hijo (Fulano de tal y tal), ahora que tu respiración casi ha cesado, he aquí que ha llegado
para ti el momento de buscar una vía, ya que la luz fundamental que aparece en el
primer estado intermedio va a aparecer. Ya tu Lama te había mostrado esa luz, la
Verdad en Sí (Dharmata) vacía y desnuda, como el espacio sin límites y sin centro,
lúcido; es el espíritu virgen y sin mácula. Ha llegado el momento de reconocerlo.
Permanece, pues, así en ella. Yo también te la haré descubrir.»
¡Antes de que cese la respiración exterior, se repiten varias veces estas palabras al oído
del moribundo para impregnar con ellas su espíritu! Después de eso, cuando la
respiración está a punto de detenerse, se vuelve al difunto del lado derecho en la postura
del león tumbado. Esta posición impide la circulación del hálito en el canal de las
emociones perturbadoras. Luego se comprimen con fuerza las dos arterias hasta que
dejen de latir y sobrevenga una especie de estado de sueño. Cuando el hálito
(Prana) se ha retirado al canal sutil central, y ya no puede retornar a los canales
laterales, entonces es seguro que sale por el orificio de Brahma.
Ahora, por medio de la lectura, se hace reconocer al muerto lo que se le aparece: en este momento, aparece en el espíritu de todos los seres el primer bardo llamado la luminosidad de la Verdad en sí,
el conocimiento del Cuerpo de Vacuidad, no desnaturalizado. En el intervalo que va del
cese de la respiración exterior al cese de la corriente interna, el soplo se introduce en el
canal central. Comúnmente se dice que la conciencia del muerto se ha desvanecido. La
duración de ese proceso es variable. Depende de las capacidades físicas y espirituales
del muerto, del estado de sus canales sutiles. Para aquellos cuyo espíritu está estabilizado en la práctica de Samatha, y para aquellos cuyos canales sutiles están sanos, este instante puede durar mucho.
Hay que continuar entonces celosamente la aplicación hasta que aparezca un líquido
amarillento en las aberturas de los órganos. Para aquellos que están llenos de faltas y
cuyos canales sutiles se hallan impuros, ¡ese instante no dura ni siquiera el instante de
un chasquido de dedos! Para algunos, no dura más de lo que se tarda en consumir una
comida. La mayoría de los sutras y de los tantras enseñan que se desvanece uno durante
tres días y medio. En la mayoría de los casos, ese estado dura efectivamente tres días y
medio, durante los cuales hay que hacer reconocer con perseverancia la clara luz,
luminosidad del espíritu.
			
 